Al caminar por una calle cualquiera,
oigo voces que gritan desde lo imaginable,
y susurran desde lo más cercano.
Veo ciénagas de incomodidad y en ellas
puñados de satisfacción.
Huelo la oscuridad de la envidia
y el miedo de algo presente.
Degusto el recuerdo que abundante se acumula
en la mirada de la gente.
Siento el grito estremecedor de cada persona
que tiene miedo a desatar su mente.
Somos la razón de lo que el mundo nos regala
o de lo que el mundo nos arrebata.
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