El egoísmo, que nos lleva ha pensar tanto en uno mismo que ignoramos que existen otros suspiros y anhelos.
La lujuria, que te permite llegar a un cielo de desorientación sin dar cuenta a todo lo demás.
La pereza, que te amarra con tus largos y espinosos brazos la mente para controlar tus movimientos.
La corrupción, que nos ha llevado a envenenar hasta el suelo en el que nos mantenemos.
El odio, que nos hace rondar por la cabeza la idea de destruir cualquier forma de cualquier manera.
La envidia, que te incita al deseo innecesario de poseer incluso la vida de otra persona.
Todas estas palabras existen en el diccionario por desgracia, pero el ser humano, por su buena fe, eligió que nadie supiera de ellos. Así que inventó el orgullo, para guardar el secreto y nunca reconocer sus existencias.
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